30 de abril de 2009

A mistake



La bombilla se enciende y el bar grita la letra de la canción que todos esperaban. Demasiada gente, y toda la cerveza en tu camiseta. Vuelves a tu asiento: los Celtics han perdido de nuevo.
Nada, no logras distraerte. Vale, por un(os) momento(s) te ha invadido la paranoia. No vayas más allá, no magnifiques las cosas. Cuando los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo, es normal sobrepasar los propios límites. Y más cuando siempre te contienes, cuando siempre haces lo correcto. Lo que tienes que hacer. Hasta que las palmadas en la espalda empiezan a ser molestas.
Y te das cuenta de que una locura, o una sucesión desenfrenada de locuras, es, seguramente, lo que necesitas ahora. Una serie de pasos en falso que darás sin pestañear, consciente de que vas directa al muro, convencida de que necesitas el impacto.

A mistake - Fiona Apple


21 de abril de 2009

Tren



Cuando la rutina empieza a colarse por todos los huecos que has olvidado cubrir, cuando los rostros que ves en el metro te parecen iguales todas las mañanas, como eran iguales los que encontrabas en Madrid; cuando puedes identificar el momento preciso en el que el megáfono exclamará "Doors opening, please step back to allow costumers to exit"; cuando cuentas los idénticos cuadrados que decoran la bóveda que cubre de forma idéntica todas las estaciones, poco antes de entrar en el vagón más cercano a las escaleras mecánicas y sentarte, esperando que transcurran las dos estaciones que te separan de tu destino, saboreando la única canción que te da tiempo a escuchar. Es entonces cuando algo interrumpe el ciclo, te despierta, rompe la espiral de pensamientos a la que tu mente ya se ha acostumbrado. Dos niños de no más de cuatro años y distinto color de piel muestran tímidamente sus sonrisas por encima del asiento de delante para después esconderse a toda prisa. Y basta con hacer un poco el tonto, dirigirles un pequeño gesto, para generar en ellos una rutina que rompe la tuya. Para empezar un juego de minutos, de los cinco que el tren tarda en llegar a tu estación, en el que se esconden y vuelven a buscar tu mirada segundos después. Y sus risas te reconcilian con la tuya. Y te ríes a carcajadas, sin importar quién mire. Sin importar nada, porque han cambiado tu día. En dos estaciones.

Train Song - Feist & Ben Gibbard

15 de abril de 2009

Abril



"Abril no es tan lluvioso en Madrid", pienso mientras abro el paraguas, que últimamente siempre me acompaña, y empiezo a notar la humedad en el pelo. En esta ciudad de clima loco, la gente se vuelve loca por los rayos de sol. Sale uno y sacan las chanclas, y plantan la mesita en el jardín. Aunque saben que al día siguiente lloverá de nuevo, y volverán a refunfuñar.

En cinco minutos estoy en Dupont Circle. Los días de sol, esta plaza redonda se llena de parejas haciendo picnic junto a los tulipanes, de ancianos jugando al ajedrez, de músicos tocando. Pero hoy estoy sola con la lluvia, y sé lo que toca. Guitarra acústica en mis cascos, y ensimismamiento profundo.

Si hoy hiciera sol, repetiría el plan del sábado pasado. Una buena conversación estirada en una tumbona, un paseo por el barrio más bonito de la ciudad, una cena junto a la piscina con una guitarra y buenos amigos. Aunque la mirada se dirigiera más allá del cantante emocionado, de la pareja feliz, del solitario cumpleañero.

Pero no hace sol, y nunca me ha importado menos. Las gotas hacen temblar el rojo de mi paraguas mientras espero, junto a la fuente de la plaza, uno de los tantos ritos por los que tenía que pasar este año, según mi plan original. Un plan para seguirlo sin pensar, sin reflexionar demasiado. Actuando. Y, rodeada sólo por los jardines y por la gente que atraviesa la plaza corriendo porque decidió salir de casa en chanclas, decido cerrar el paraguas.

Sky Blue Sky - Wilco


7 de abril de 2009

Juego



Una de mis compañeras de casa ha hecho una apuesta con una amiga suya. La que primero llegue al peso óptimo para exhibirse en biquini (los kilos exactos no los ha especificado) tendrá que invitar a la otra a cañas durante un mes. Así se obliga a ir al gimnasio, dice, porque es tan competitiva que no puede permitirse perder la apuesta.

No es la única. En este país, los juegos van muy en serio. Mucho. Y si, por un casual, una extranjera torpe decide unirse alegremente a un juego de equipo, la catástrofe es previsible. Yo lo sabía. Pero mi primera fiesta casera no iba a ser lo mismo si no aprendía a jugar a flipcup. Conseguir poner del revés un vaso de plástico con un golpe seco en la base, antes de que el siguiente del grupo pueda empezar a beber. Parecía sencillo. Pero una decena de intentos después, entre gritos de ánimo y desesperación, el vaso sigue sin querer cooperar. La mesa se va vaciando, y cuando quiero darme cuenta, sólo quedan los españoles. He conseguido que los yankees se rindan. Y no oculto mi orgullo: no creo que mucha gente pueda decir lo mismo.

Como si de una afición se tratara, intento prolongar mi ineptitud lúdica. Muestro interés en aprender a jugar a beerpong, pero los armarios que han venido al bar a ver las semifinales de la Final Four universitaria parecen anticipar que voy a fallar. Ellos se lo pierden.

El billar me espera, y este sí es un juego conocido, con reglas familiares, aunque lleve años sin jugar. Por supuesto, sé que voy a perder, pero esta vez la derrota no será estrepitosa. Salvaré mi dignidad.

Las bolas lisas van entrando, y pronto queda sólo la negra y todas las rayadas menos una, colada por mi contrincante en un error de cálculo. Patético. Mientras me río de mi misma y rememoro los fallos estelares, me permito confesarme que, esta vez, esperaba al menos un empate.

Preparo de nuevo la mesa, y me repito que esto no es lo mío. Pero ya es tarde: la competitividad yankee me ha contagiado. He entrado en el juego; y es inútil tratar de averiguar cuántas veces necesitaré errar el ángulo de disparo antes de darme cuenta de que, definitivamente, no estoy hecha para competir.

Segundo premio - Los Planetas






5 de abril de 2009

Ya



"Ahora es cuando realmente empieza todo". Ahora, cuando pises por primera vez ese edificio. Cuando escribas esa nota. Cuando subas a ese avión. Cuando encuentres tu propia casa. Cuando te adaptes a la gente. Cuando conozcas bien la ciudad. Cuando esto se resuelva. Cuando lo tengas claro. Ahora. Entonces. Ya.

No surprises - Radiohead

1 de abril de 2009

Ciclo



Mi lado escéptico no quiere escribirlo, pero tenías razón: la vida es cíclica.

El camino deja de ser incierto, y me devuelve al punto de partida.

Y me sorprende comprobar que, como cuando estudiaba los exámenes la víspera, parezco haber olvidado todo lo que aprendí. No quedan certezas, o señales que apunten hacia el atajo por el que escapé del laberinto. Las preguntas insisten, inagotables; y mi único deber es el de impedir que se formulen, que se transformen en palabras y salten al vacío. Porque, como casi siempre, la curiosidad juega en mi contra.

Y, esta vez, ninguno de los silencios me ayudará a aceptar que las cinco efes se han quedado en una.

No distance left to run - Blur