21 de junio de 2009

Verano



Hoy es el día más largo del año. El primer día de verano. Y, ante la perspectiva de la piscina, las barbacoas, el moreno y las fiestas, esta lluvia que no cesa se ha convertido en la protagonista de todas las conversaciones. Arruina todos los planes, aumenta los ingresos de las cabinas de rayos Uva y arranca gruñidos a mansalva.

Así que, al abrir la ventana y ver algún claro en el cielo, cojo mi bici roja, puesta a punto ayer a base de sudor y dólares, y me dirijo hacia Georgetown. Mis dotes de ciclista no son espectaculares, el manillar está algo torcido y sospecho que la rueda delantera pierde aire, pero nada me estropea el paseo. Ni siquiera el autobús que casi me barre de la carretera al sumarme al tráfico de la calle M. En la acera, un grupo de mochileros anda realmente despacio, como a cámara lenta, impacientando a la gente que ha venido a consumir. Al llegar a Winsconsin, giro a la izquierda, hacia el río, y dejo la bici cerca de un canal mucho menos caudaloso que en mi última visita. A lo lejos se acerca un pato, y por un momento me invade la extraña sensación de que, pase lo que pase, todo irá bien.

Summer in the city - Regina Spektor

19 de junio de 2009

Blanco



La entrada es gigantesca, majestuosa. Alfombras de terciopelo rojo, un piano de cola afinado a la perfección. Guardias con uniformes ridículos apostados en los umbrales que atravieso con una minúscula cámara y un trípode al hombro, que atraen las miradas de los que portan maquinaria más sofisticada; ignorantes de que ese pequeño artefacto me ha proporcionado el codiciado acceso.

Hoy, como tantas veces, soy videógrafa; pero el escenario es excepcional. La identificación de "extranjera" que cuelga de mi cuello obliga a un escolta a seguirme a cada paso que doy. El salón es elegante. La expectación, descomunal. ¿Por cuál de las puertas entrará? Las sillas se van llenando, y el objetivo capta una mayoría de nucas negras. Las miradas se dirigen sólo hacia un punto, siempre hacia un punto.

Se hace esperar; incluso cede a otro maestro de ceremonias con dotes de Billy Crystal la introducción del acto. Se reserva la mejor parte. Sabe que le esperan, que estan allí por él. Por la esperanza que transmite, la firma diferente que imprime sobre el papel de siempre.

La entrada es espectacular. Se pasea por el escenario, sonríe, cuenta anécdotas, seduce. Arranca ovaciones y más aplausos. No importa el tema del discurso, va a solventarlo con el mismo carisma. Y el público lo sabe. Antes de que entre, antes de que pronuncie palabra alguna.

El cambio siempre es bienvenido.

Black Like Me - Spoon

11 de junio de 2009

Roomates


Lo tenía claro mucho antes de llegar: quería vivir con estadounidenses. No importaba si luego sólo conseguía expresarme a lo indio, o si el intercambio cultural se reducía a hablar del tiempo o de las tareas de limpieza pendientes. Al menos hablaría algo de inglés, resignada como estaba a acabar inmersa en una secta de hispanoparlantes.

Cuando llegué por primera vez a la casa roja y negra, mis futuros roomates me recibieron con una amabilidad desbordante. La entrevista fue escueta, y la respuesta fugaz: esa misma noche me informaron de que me habían elegido para reemplazar a la anterior inquilina, ligeramente desequilibrada.

Tras la primera aproximación, fue inevitable encajarlos en estereotipos: la maniática del orden, la desordenada, la que ríe como una hiena, el judío. Pero, dos semanas después, ya ocupaba una habitación de paredes desnudas y ventana discreta, y empezaba a darme a conocer a mis compañeros con pequeños detalles, como prender fuego a la tostadora o dejarme las llaves en casa.

Por eso, cuando me toca formar parte de la comitiva encargada de seleccionar un nuevo roomate entre decenas de candidatos ansiosos por vivir en el infecto sótano, me pregunto si, también en mi caso, el proceso de selección fue tan complejo.

Quince minutos para cada candidato, empezando desde ya. El primero es gay. Casi sin darnos tiempo a saludarle, nos cuenta con todo detalle la ruptura con su novio. Intenta sobornarnos con vino. No hay tiempo de abrirlo. La segunda es bastante pedante, y tiene un humor sofisticado, pero habla demasiado. Contrasta con el tercero, que habla bajito y poco, de música y vídeos, el flequillo sobre la cara. Me cae bien, pero intuyo que soy la única. El cuarto tiene pinta de asesino de película de serie B y es tremendamente aburrido. Hacemos tiempo hasta que llega la quinta, una negra que hace sonar sus enormes pendientes y pulseras al ritmo de sus exagerados gestos. Gracias, mañana te avisaremos.

Acabamos agotadas, y abrimos el vino del soborno. Temo que elijan al asesino de serie B, pero me sorprenden: igual que en febrero, cuando abrieron la puerta a una extranjera desubicada, el elegido es el tímido.

I Need All The Friends I Can Get - Camera Obscura

7 de junio de 2009

Transición



No hay nada especial que lo indique. Ninguna fecha simbólica, ninguna línea marcada en el calendario. Y, sin embargo, noto que éste es un mes clave. Aunque no sea el mes de la mitad de la beca, ni aquél en el que consigo, por fin, atar todos los cabos sueltos en este país tan similar como diferente.

Pero tras un enero desubicado, un febrero gélido, un marzo extraño, un abril ausente y un mayo cambiante, presiento que junio es el mes de la transición definitiva. Por muy contradictorios que suenen el nombre y el adjetivo.

A sabiendas de que ninguna experiencia es lineal, y de que, en realidad, la vida es pura transición; necesito arriesgar. Lanzar los dados, y jugármelo todo a una sola carta. El siete de tréboles, si puede ser.

A Change is Gonna Come - Sam Cooke