24 de mayo de 2009

Patriotas



Mañana es Memorial Day, el día en el que Estados Unidos conmemora, con su grandilocuencia habitual, la memoria de los caídos en guerra. Y lo más cercano a la gloria que rodea el aura de los caídos les corresponde a los veteranos. Aquellos que, según el discurso de bolsillo, defendieron el honor, la patria, y los ideales sobre los que fue fundada.

Los veteranos son la arista base del simple poliedro sobre el que este país basa sus ideales. Cuando apenas hay carga histórica, y muchos de los momentos clave pueden contarse aún en primera persona, tener a alguien que personifique aquello que siempre te han repetido que hizo grande a tu nación desborda cualquier clase de racionalidad.

Por eso, cuando cientos de sesentones encaramados a flamantes Harley Davidson inician su desfile anual por el centro de Washington, de camino al monumento a los caídos en Vietnam, sólo hay espacio para la emoción. Para pancartas, himnos, manos en el pecho, y banderas, hileras de banderas.

Mientras contempla el vigésimo tercer desfile de su vida, un motero con el cuero del chaleco plagado de condecoraciones habla del alto precio que hay que pagar por ser estadounidenses, de valientes dispuestos a hacer el trabajo al que otros no se atreven. Sus facciones ajadas tratan de servir de testigo. Sus palabras suenan rotundas, calculadas.

Pero yo tengo que hacer esfuerzos para que mi ceja más escéptica permanezca en su sitio. Los discursos patrióticos, vengan del lado que vengan, siempre me han provocado alergia. Me permito, incluso, sentir un inicio de compasión por la gente para la que la bandera lo es todo.

Aún así, tras casi tres kilómetros de recorrido plagado de patriotas convencidos, de símbolos, de vítores, de jaleos, se va abriendo paso otro tipo de sensación. Esa anciana que se mantiene de pie ante la carretera, mirando con respeto a todas y cada una de las motos, no me parece tan inconsciente.

Me pellizco, me tomo la temperatura. Sólo me faltaba, empezar a entender a los patriotas.

Ashes of American Flags - Wilco










18 de mayo de 2009

Escaleras



Miro el andén cada vez desde más alto, hasta que mis pies chocan con el fin de la escalera mecánica. De golpe, viene a mi memoria uno de mis despistes más tempranos, aquél en el que uno de mis primeros pares de sandalias fue presa del tramo final de la escalera. Las sandalias perdieron su betún, pero yo aprendí la lección. Desde entonces, siempre bajaba con la mirada fija en la peligrosa trampa, y la esquivaba con mi mejor salto mortal.
El recuerdo me dibuja una sonrisa inesperada, y trato de llenar los cinco minutos de paseo con unos cuantos más. Los suficientes para alejar la certeza de que cuando regrese, por la tarde, sólo me quedará mirar el breve espacio entre el cartel que anuncia la estación y la enorme papelera, e imaginar las prisas de los que lo pasan de largo cada día, la voz ronca del encargado de la limpieza que lo friega cada noche... y todo lo demás.

See you soon - Coldplay

17 de mayo de 2009

NYC



El autobús de ida a Nueva York no tiene la misma emoción que el de los chinos. Hay cinturones, los asientos no se tambalean y el conductor no tiene el impulso kamikaze de cruzar un paso de nivel mientras baja la barrera.

Claro que este fin de semana en la Gran Manzana es muy diferente a aquel, con apenas un mes de experiencia yankee a cuestas, cegada por las luces de Times Square, abrigada hasta la nariz y timada en los clubes nocturnos.

Nos quedamos en los últimos asientos, y la gente no parece molestarse porque viajemos inventando canciones. La exagerada amabilidad estadounidense, de nuevo.
Y, entre rimas sobre ciudades desconocidas, aparece de nuevo ante mis ojos.

Times Square no es tan deslumbrante esta vez, y las avenidas no se hacen tan largas. El metro sigue estando sucio, pero poco importa. Hacemos miles de planes, sabiendo que no cumpliremos ni la mitad. Pero lo que cuenta es planear. Aunque esta vez tampoco vaya a ver la Estatua de Libertad ni subir al Empire State, y vuelva a perder horas en un delicioso brunch.

Observamos Nueva Jersey al otro lado del Hudson, recorremos el Upper West Side, paseamos por Chelsea y Tribecca, y se esfuma el sábado.
Admiramos el arte del MoMa, nos deja indiferentes la Quinta Avenida, nos despedimos de las ardillas de una esquina inferior de Central Park, y se nos va el domingo.

Antes de poder darme cuenta, engullo el último perrito caliente en la ciudad sobre la que cantaba Sinatra, al que versionó la siempre cálida Chan Marshall, en la que Sting se sintió un extraño y Simon y Garfunkel se sintieron solos, a la que dedicaron uno de sus temas más deprimentes los depresivos Interpol.

"I know you've supported me for a long time. Somehow I'm not impressed.

But New York is".

NYC - Interpol

14 de mayo de 2009

24



Lo recuerdo como si fuera ayer. Llegaba la víspera de mi cumpleaños y me acostaba con la sonrisa en la cara, con la ilusión desbordada de quien sabe que el día siguiente será histórico.

Me encantaba el papel de los regalos, y que la tarta siempre fuera de chocolate.

Las celebraciones nunca fueron espectaculares. Bastaba con montar un karaoke en la terraza de casa, aspirar el helio de los globos de la fiesta o poder quedarme hasta las doce bajo la lluvia de la verbena del colegio.
Durante veinticuatro horas, todo encajaba en su sitio.

Por eso me he sorprendido cuando el reloj ha dado las doce y algú me ha felicitado. Por un momento, he dejado que el número me impresione. No porque me sienta más vieja; más bien por todo lo contrario. Pero, impuntual como yo, vuelve a invadirme esa ilusión infantil que llegaba a medianoche. Aunque no estén tantos que siempre me han acompañado, aunque sea la primera vez que cuento uno más lejos de Madrid y vaya a faltar en el álbum la clásica foto con los azulejos de la cocina detrás y las caras impagables de Álvaro y Javier.

Al final, recibo los años como si fueran once, cenando helado y yendo pronto a la cama. Cerrando fuerte los ojos, y esperando un día histórico. Sólo uno.
O dos, o tres, o cuatro... Veinticuatro.

Birthday - The Beatles

11 de mayo de 2009

Tormenta



Creo que ya lo escribí, pero el tiempo en esta ciudad está loco. Comienzo el fin de semana tumbada frente al río en manga corta y gafas de sol, con los dedos rozando la hierba, inventando formas de nubes en el cielo, convirtiendo lo extraño en familiar de nuevo. El cielo está tan claro y la brisa es tan suave que todo promete ser estable, al menos hasta que llegue de nuevo el invierno. Pero el ciclo de anticiclón y borrasca nunca falla, y la jornada de vuelta a la rutina se cierra con una tormenta de las que apenas se ven en esta ciudad. Sin nada que la anunciara, sin nubes amenazadoras en las horas previas, la lluvia empieza a inundarlo todo.

El agradable camino a casa se convierte de golpe en una carrera por etapas, con paradas en los puntos estratégicos y en los que no lo son tanto, con canciones y bailes, con el paraguas cerrado y tu sonrisa como única certeza. Y mientras volvemos a casa empapados, chapoteando como los patos de la plaza, agotados de tanto reír, me pregunto si, aunque necesite el sol, no serán las tormentas las que realmente me hacen feliz.

Raindrops Keep Falling on my Head - B.J. Thomas

8 de mayo de 2009

Cortinas



Casi cuatro meses después, no consigo actualizar regularmente. Y no es por falta de temas. Por hablar, podría hablar de lo cortas que son mis cortinas. Parece un tema anodino, pero podría valerme del argumento de que nunca se sabe lo que interesa a quienes pululan por la blogosfera, y agotar mi escasa inspiración en describirlas. Contar cómo la barra endeble, sujeta apenas por clavos, se dobla justo en el centro y empuja la tela hacia abajo, desvelando unas persianas que cierran mal y filtran los primeros rayos directamente hacia mi almohada, despertándome cuando el sol se eleva por encima del callejón, cuando duermo con más parsimonia.

Podría poner al día mi crónica de la vida nocturna en la ciudad, ahora mucho más familiar. Y hablar de caderas bamboleantes embutidas en faldas-cinturón que estrujan carnes que se mueven a ritmo de reggaeton, o de lo surrealista que es escuchar a Melody o desgañitarte cantando "Bamboleo" en un local de DC, el mismo en el que conocer Málaga te garantiza la entrada a la zona VIP.

Podría hablar de la ilusión que me hizo la visita de Paula, de la derrota estrepitosa de los blancos en un Lucky Bar azulgrana, de la tarta de Kramerbooks, de nuestras crónicas frente al Capitolio recortado sobre un cielo gris, de cómo la bombilla de los jueves en Millie's and Al's no se encendió por ser lunes.

Pero de nuevo, me bloqueo, aunque sin darme cuenta ya haya contado un poco de lo que no puedo contar. Algo paraliza el resto de palabras en mi mente, algo que apenas me atrevía a esperar y que, sin embargo, ha tardado tanto en llegar. Me espera en la plaza y promete justo eso, palabras. Y supongo que llegan cuando más las necesito: cuando todo lo que saben hacer las mías es describir cortinas.

Qué nos va a pasar - La Buena Vida

2 de mayo de 2009

Experimento



Aprovechando la inesperada visita de mi querida Pem, que en uno de sus geniales arranques de locura ha decidido expandir la paranoia porcina por DC, he decidido abandonar por un post el estilo (últimamente algo monótono) de mi blog para componer una entrada a dúo, un desvarío de los muchos que compartimos por videollamada y que tanto sirven cuando el distrito se me hace inmenso. Uno demasiado personal, quizá, pero no más que los anteriores.

Una copa de vino, una cámara de fotos (Photoshop o Paint, al gusto del usuario), y un párrafo cada una.

...estoy harta de ser como soy...

Hay días en los que me siento bien, elegida, especial, única... pero hay otros en los que me levanto y, conforme veo cómo me voy comportando, me caigo peor a mí misma y me arrepiento profundamente de ser como soy, tan sumamente TONTA, con mayúsculas (con lo inteligente que parezco a veces...).

Me entran ganas de dejar de pensar tanto en los demás, en las consecuencias que cada uno de mis actos tendrán sobre ellos, y pensar sólo en mi misma; conseguir ser totalmente libre, comportarme como tanta gente se comporta, con una sola meta en la mente: complacerme a mí misma.

Eso sería lo más inteligente, lo más cómodo, lo mejor para la estabilidad emocional... un mundo manejado por y para mí, con los demás siendo mis marionetas que se mueven a mi gusto. Pero no, no soy así.

No puedo conformarme con los sentimientos corrientes, siempre quiero y busco algo más y, claro, luego pasa lo que pasa: que el mundo no está a mi altura, que no estoy hecha para sentir cosas corrientes.

Y, metida en esa espiral de confusión, soy yo la que se convierte en marioneta. Lo que tenía clarísimo se desvanece y retrocedo hasta un punto que creía superado.

Y me caigo mal.

Si por un momento pudiera verme desde fuera, me daría cuenta de mi error garrafal. Intentaría gritarme, prevenirme, avisarme de todo lo que tengo que cambiar. Hasta darme cuenta de que no puedo obligarme a corregir el rumbo fatal que ya he tomado, y retirarme.

Pero, aunque también sea de las que les gusta escuchar más que hablar y me encante oír consejos de los demás, al final hago lo que me da la real gana, lo que dicta ya no se si mi corazón o la estupidez que siempre me acompaña.

Aunque sepa que está mal, aunque los demás me digan que está mal... nunca actúo en consecuencia de la lógica.

Y sé que eso me pasará factura. Y que debería pensar cada uno de mis actos con cuidado, para que representen lo que yo quiero y lo que a mi me conviene; en lugar de dejar que las cosas sigan su curso, con la estúpida esperanza de que me guíen hacia el mundo de las piruletas y algodones de azúcar.

Porque lo grave no es que no escuche los consejos ajenos, sino que mi propia opinión se convierta en un extra sin ninguna frase en el guión.

I wouldn't like me - Tegan & Sara