2 de marzo de 2009

Nieve



Dos días antes de emprender mi aventura yankee, me robaron el iPod entre el jaleo de las rebajas de Madrid. Era increíble que nunca antes me hubiera pasado algo así, tras 23 años con el bolso semiabierto y los bolsillos descuidados. Consecuencia: ni una canción en mis oídos durante el largo transatlanticism. Indescriptiblemente duro. El régimen acústico duró todavía un mes más, el que tardé en encontrar el tiempo para comprar uno nuevo. Sobreviví a base de ruidos de la calle, de oh my gods exclamados entre Blackberrys, de megafonía del metro. Y mis oídos, acostumbrados a la forma del casco e indignados por semejante dieta, salivaban pensando en un rectángulo plano que almacenase horas y horas de música.

Por fin, el régimen acaba y, dispuesta a restablecer mi rutina sonora, pulso play segundos antes de abrir la puerta de casa. El piano toca los primeros acordes de The Scientist, al tiempo que aparecen ante mis ojos docenas de minúsculos copos de nieve. Nunca había visto copos tan pequeños. No creo que, si alargara la mano, sintiera siquiera su tacto al caer. La nieve cae al compás de las notas, y me hace sonreír. Siempre lo ha hecho. I have to find you, tell you I need you. Las aceras blancas que, en un barrio de casas unifamiliares, nadie se ha molestado en despejar, me recuerdan la nevada con la que me despedí de Madrid. Tan diferente el entorno y, sin embargo, tan parecido. Tan poco tiempo y, sin embargo, tan lento. Nobody said it was easy.

Y hoy, un mes después, vuelve a nevar. Copos más grandes, esta vez, más decididos; y un manto más grueso. Mis botas se hunden en varios centímetros de nieve virgen, desplegada sobre un asfalto irregular que me hace tropezar. Hoy es la guitarra la que mueve los copos, y una suave voz masculina la que susurra. Don't let yourself grow cold.

The Fox in the Snow - Belle and Sebastian

5 comentarios:

  1. ¡Eh! Esto es un blog, no un rito eclesiástico ni un pastel de calabaza. Escribes lo que quieres, en el orden que quieres, y lo mismo nos cuentas lo que lees, como te seguimos en el Mall o escribes la receta de dicho pastel. Es lo divertido de estas cosas.

    Además, la nieve endulza todos los aspectos de la vida. De hecho, prefiero morir en una nevada en bosque frondoso que en un desierto. Aunque creo que si en el bosque hay una cabaña calentita y dentro muchos pasteles para pasar el invierno, habré llegado al paraíso xD.

    Ya no sé si tengo hambre o ganas de huir.

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  2. Yo personalmente he encontrado en tu blog una especie de rito prohibido, porque me encanta bucear por Washington (y, vaya, lo consigo con lo que escribes) cuando me canso de París (ahí precisamente está el pecado, cansarse de esta ciudad).

    Si te puedo hacer una sugerencia para tu iPod, porque es divertido como se mueve el mundo al ritmo de esa música... "Get down on it" de Kool the Kang.

    Ya me contarás qué tal el experimento. Lo he hecho en París y es "assez curieux"

    Besos

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  3. Qué belleza, qué manera de explicar la soledad con la intemporalidad de la nieve que cuaja los momentos y la música que aviva los sentimientos.
    ¡Viva!


    Suuma, ¡¡qué ya tengo página wes!!!!, ¡¡de cosecha propria!!



    te beso en la frente y en el culete

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  4. Hey sisterthorn! Acabo de leer las últimas entradas de tu mensuario. Me emociona leerte. Es un placer compartir todas esas sensaciones tal y cómo las describes. ¿Para cuando una novela a lo Ryszard? Me gustaría acompañarte en esos domingos fúnebres y compartir la nieve desde la barrera. Por aqui todo es prosa, de esa superficial y redundante. Sólo algún destello nocturno, un concierto, una comida familiar y una búsqueda inconstante y estancada. Pero ya me conoces, sonrío más de lo que creo. Un abrazo enorme. Yes you can!

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