28 de julio de 2009

Regreso



La presión que empieza a nublar mis oídos es la excusa perfecta para no pensar en la despedida, en ese minuto extra frente al control de pasaportes. Me permite concentrarme en esa molestia aséptica, aplazar el bostezo, y encadenarlo con un vistazo al periódico más importante del país que dejo atrás. La sorpresa puede con el resto cuando descubro, firmada por otro periodista, una entrevista que hice hace cinco meses y que creía papel mojado.

No consigo mantener los ojos abiertos durante la película sobre un genio de la música esquizofrénico, y el descenso me obliga a perderme el final. Las uniformes hileras de casas unifamiliares de Georgia se van definiendo, y mi mente intenta contrastarlas con los irregulares tejados de hojalata de San José. Los jóvenes chinos de la cola de inmigración celebran la entrada al capitalismo, pero mi mente aún no se despega de las playas de Manuel Antonio, los paseos por Puerto Viejo, las palomas capitalinas, los perezosos que nunca llegaron, los monos que se escondían, los nombres en la arena, la llum de taula y el llit supletori, la mirada antes de dormir. Los párpados entrecerrados, la noche en la ventanilla, y Washington toma la misma forma de hace seis meses. La misma que entonces me resultó inabarcable, la que parece haberse acomodado a las tranquilas complicaciones de un hogar.

It's Gonna Take an Airplane - Destroyer

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