17 de enero de 2009

Nightlife



Mi primer día en Washington, mientras cenábamos sushi y tempura, mi anfitriona pronosticó que yo saldría casi todas las noches. "Si vives por el barrio (Dupont Circle), todo queda cerca y acabas saliendo siempre, porque puedes irte pronto a casa", dijo.

Pero cuando las temperaturas no superan los cero grados celsius o los nosécuántos fahrenheit, salir por la noche significa fiesta-cena en una casa y, como mucho, excursión a paso acelerado a un garito que esté a tiro de piedra.
El lugar de reunión, un pequeño estudio del edificio que ocupo hasta conseguir mi propio piso, se llena enseguida de gente que trae vino, cerveza, vodka. Poco de comer, pese a que quedamos sobre las nueve: aquí todos han cenado a las ocho.

Es miércoles, y mi primera toma de contacto con el círculo de españoles de la ciudad. De tres a cinco años mayores que yo, la mayoría, y más arreglados. Hablan, por supuesto, de gente que no conozco, de sitios que nunca he oído mencionar; incluso cantan las canciones de uno de ellos, que ha compuesto tema nuevo. En plena apoteosis del concierto-karaoke, cuando voy empezando a sentirme a gusto, llega la policía. El único estadounidense presente se ofrece voluntario para disuadir al agente. Como en las pelis.

El viernes toca cumpleaños, y el mismo estudio hace hueco al triple de gente. Me voy presentando a todo el mundo: de Madrid; haciendo una beca con Efe; sí, la de Anna; sólo llevo cinco días; no, nunca he ido a Nueva York.

Se me olvidan los nombres de los tres estadounidenses, los uruguayos, los salvadoreños y la mitad de los españoles. En el bar, el reggaeton taladra los oídos y me fuerza a apalancarme en una banqueta, pero no me quedo sola. Un español me da consejos para manejar a los moscones. Una confusa catalana de paso por las américas me cuenta con todo detalle las complicaciones de la relación que ha dejado tendida en casa. Un colombiano que escribe un libro sobre el amor diserta sobre el olfato que nos hace enamorarnos de una persona y no de otra, y se proclama mi mejor amigo "aunque seguramente no volvamos a vernos".

Desde la banqueta, escuchando a extraños que me hablan con la confianza de un amigo de toda la vida, intento imaginar una noche de fiesta similar en Madrid. Imposible.

DC is different. Y cierra a las 3.

Let's Dance to Joy Division - The Wombats


4 comentarios:

  1. ¿Sabes qué? Creo que nunca viajaré a Washington. Porque si voy probablemente me lleve una decepción... Suena muy bien tal y como lo cuentas!

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  2. Ai mis yu tu, veri veri mach. Be carful güit de bij flais. Der ar a lot of bij flais in de IUESEI. ;)

    Cuéntanos tu primera experiencia neoyorquina, je, je, que se presume emocionante; ¡y no dejes de visitar los karaokes raros de estilo japonés! :D

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  3. Qué cierto lo de... como si te conocieran de toda la vida. Tal cual, y a mí es lo que más me hace sentirme como en casa. Ser una más.

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  4. Quizá una de las mejores cosas de vivir en un sitio en el que nadie puede ser considerado como completamente autóctono, supongo. Característica extensible de un país que podría imprimir su historia completa en las tapas de los yogures.

    ¿Eso no te resulta agotador en ocasiones? Será una paranoia de control, pero lo de ir en el metro mirando a la gente (el que sea considerado incorrecto lo hace genialmente divertido) y no poder diferenciar turistas de inmigrantes de nativos es mosqueante xD.

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